miércoles, 11 de febrero de 2009

ESTRUCTURA DE LOS YOGA SUTRAS



La Filosofía India consta de seis sistemas filosóficos: Nyaya, Vaisheshika,
Samkhya, Yoga , Mimamsa y Vedanta, de los cuales los tres principales son El
Sankhya, El Yoga y El Vedanta.

El Sankhya explica cómo (aparentemente) el Infinito se vuelve finito y cómo
nuestra naturaleza en cuanto seres humanos, busca la satisfacción en este mundo
material sin conseguirla jamás.
El Vedanta explica la naturaleza de la realidad última que produce la verdadera
satisfacción.

El Yoga es el puente perfecto entre el Sankhya y el Vedanta. Responde a las
preguntas: ¿Cómo puedo alcanzar la verdadera satisfacción? ¿Cómo puedo alcanzar esa
realidad última?

Patanjali en sus Yoga Sutras responde a estas preguntas de forma concisa. Esta
obra, escrita en forma de aforismos, es considerada como la primera y más importante
exposición de la Filosofía del Yoga.

El Ashtanga Yoga

En el Asthanga Yoga Patanjali nos proporciona un mapa del camino que tenemos
que recorrer y nos explica qué debemos hacer para alcanzar el estado que todos
buscamos, el estado de júbilo, paz y plenitud constantes. Una explicación de estas ocho
etapas será de ayuda para comprender los objetivos más profundos del Yoga.

1- Yama – Restricciones.
2-Niyama –Observancias
3- Asana – Quietud del cuerpo
4-Pranayama – Control de la energía
5-Pratyahara – Interiorización
6-Dharana – Concentración en un punto
7-Dhyana – Absorción
8-Samadhi – Unión con el Infinito

Las dos primeras etapas del sendero óctuple de Patanjali se conocen como yama y
niyama. Yama significa control; niyama, no control.
Literalmente estas dos etapas se refieren a los síes y los noes del sendero espiritual.
Curiosamente, al igual que “Los Diez Mandamientos” de Moisés, son diez. Pero existe
una diferencia importante entre unos y otros, los Yamas y los Niyamas son más
recomendaciones que mandamientos, y no ponen el énfasis en qué te ocurrirá si no los
cumples, sino en los beneficios que obtendrás siguiéndolos. Cada uno de estos
principios, cuando se practica perfectamente, ofrece una recompensa espiritual
definitiva. Puede mejorarse indefinidamente en su cumplimiento, hasta llegar a la
perfección espiritual.

1. Yama. (Control, los noes). Son cinco:
Ahimsa (No-violencia)
Satya (No-mentir)
Ashteya (No-robar)
Brahmacharya (No-sensualidad)
Aparigraha (No-codicia o No-apego)


Es interesante notar que todas estas virtudes se formulan en términos negativos.
Esto significa que cuando eliminamos nuestros errores no podemos ser sino
benevolentes, veraces, respetuosos con la propiedad ajena, etc. Porque nuestra
naturaleza es ser buenos. Actuamos de otra forma, no porque sea natural que lo
hagamos así, sino porque hemos abrazado un estado antinatural de inarmonía egoísta.

2. Niyama. (No-control, los síes). Son:
Saucha (Limpieza)
Santosha (Contentamiento)
Tapasya (Austeridad)
Swadhyaya (Autoestudio o Introspección)
Ishwara pranidhana (Devoción al Señor Supremo)


3. Asana. (Postura).
Postura significa la capacidad de mantener el cuerpo inmóvil como requisito previo
para la meditación profunda Algunos autores han querido señalar que aquí Patanjali se
refiere a la necesidad de practicar las posturas de yoga como preparación para la
meditación. Pero Patanjali estaba hablando, no de prácticas, sino de diferentes etapas en
el desarrollo espiritual.
Asana se refiere a cualquier postura que nos resulte cómoda, con tal de que la
columna vertebral se mantenga recta y el cuerpo relajado. Se dice que un signo de
perfección en asana es la capacidad para sentarse en calma, sin mover un músculo,
durante tres horas. Muchas personas meditan durante años sin alcanzar resultados
notables simplemente porque nunca han entrenado a sus cuerpos para sentarse en calma.
Mientras no se domine el cuerpo, las percepciones más elevadas, tan sutiles que sólo
florecen en la quietud perfecta, no pueden alcanzarse.
Es bueno practicar algunas posturas de yoga antes de la meditación, ya que ayudan
a conseguir asana o postura firme. Pero muchas personas cometen el error de suponer
que deben perfeccionar la práctica de las posturas de yoga antes de intentar siquiera
meditar. Esto es totalmente falso. Ni siquiera es necesario en absoluto practicar las
posturas para la meditación.


4. Pranayana. (control de la energía).
Como comentamos al hablar de asana, muchos autores han cometido el error de
creer que en el Ashtanga Yoga, Patanjali habla de prácticas y no de diferentes etapas del
desarrollo espiritual, afirmando que en este caso se refiere a ejercicios respiratorios. El
control de la energía a menudo se realiza con la ayuda de ejercicios de respiración, de
ahí que los ejercicios de respiración hayan llegado a conocerse como pranayanas. Sin
embargo, Patanjali se refiere al control de la energía que se consigue como resultado de
diversas técnicas y no a las técnicas mismas.
Patanjali no da detalles sobre técnicas de pranayama específicas; de hecho el
pranayama se menciona únicamente en seis sutras. Las técnicas que en hatha yoga
generalmente se conocen como “pranayama”, son técnicas de respiración basadas en la
estrecha unión existente entre prana (energía), respiración y mente. Pero éste es un
concepto muy limitado, incluso hablando sólo de técnicas existen muchas más. Por
ejemplo, los Ejercicios de Energetización de Paramhansa Yogananda son pranayamas,
pues recargan las células del cuerpo de prana y enseñan a controlar su flujo.

Pranayama indica realmente un estado en el que la energía del cuerpo alcanza una
armonía tal que su flujo se invierte; pasa de dirigirse hacia fuera, hacia a los sentidos, a
dirigirse hacia dentro, hacia el Ser Divino que reside en el corazón de todos los seres.
Sólo cuando toda la energía del cuerpo se dirige hacia este Ser, nuestra conciencia es
suficientemente intensa como para atravesar los velos de la ilusión y entrar en el
superconsciente. Dirigir esta energía hacia el interior es el primer paso para la
contemplación divina.


5. Pratyahara. (Interiorización de la mente).
Una vez que, por medio de pranayama, la energía ha sido dirigida de nuevo hacia
arriba, hacia su fuente en el cerebro, se hace necesario dirigirla hacia el interior del
cerebro. De esta forma se evita que fluya hacia el exterior, hacia los objetos del
pensamiento y como consecuencia hacia la inquietud mental. Es decir, hay que
interiorizar la conciencia, así los pensamientos dejarán de vagar por los interminables
desvíos de la inquietud y la ilusión y se enfocarán en los misterios más profundos de las
moradas del alma.
Esta interiorización es el estado de pratyahara, el estado en que la mente se retira
de los objetos y experiencias externas.


6. Dharana. (Concentración).
Es un estado de contemplación o conciencia interior fija. Uno puede ser consciente
de las realidades espirituales interiores, la luz interior por ejemplo o el sonido interior o
sentimientos místicos profundos, antes de alcanzar esta etapa, pero sólo después de
alcanzarla puede entregarse completamente a la concentración en esas realidades.
En este estado la mente se centra en un único punto; ya no es perturbada por las
sensaciones recibidas a través de los sentidos, ni por la inquietud ni por los
pensamientos externos.


7. Dhyana. (Meditación, absorción).
Por medio de la concentración prolongada en los distintos estadio de conciencia,
comenzamos a adoptar las cualidades de cada uno de ellos. Si meditamos en los
placeres de los sentidos, el Ser Interior llega a identificar su felicidad con la satisfacción
de esos placeres; el individuo pierde de vista la morada interior del Ser como fuente real
de sus placeres. (Pero si algo material fuera realmente causa de felicidad, lo sería para
todos los hombres. El hecho de que no sea así prueba que son nuestras reacciones frente
a las cosas materiales, no las cosas mismas, las que producen nuestra dicha). Del mismo
modo, concentrándonos en nuestros defectos personales sólo fortalecemos esos
defectos. (Es un grave error llamarse continuamente a si mismo pecador, como
proponen muchos seguidores ortodoxos de algunas religiones. Debemos concentrarnos
en la virtud si queremos llegar a ser virtuosos). Así, concentrándose en la luz interior o
en alguna otra realidad divina que se perciba cuando la mente está en calma, se
adquieren gradualmente esas cualidades de la realidad interior.
En el estado de Dhyana nos absorbemos y nos identificamos con el objeto de
nuestra concentración El ser individual comienza a expandirse en la identificación con
alguna de las cualidades universales, por ejemplo con uno de los ocho atributos de Dios:
paz, calma, luz, sonido, amor, júbilo, sabiduría y poder.
La mente pierde su
identificación con el ego y comienza a sumergirse en el gran océano de conciencia del
que forma parte.


8. Samadhi. (Unidad).
En este estado la conciencia de ego se disuelve. La identificación individual se
convierte en universal y se adquiere la percepción de unidad con el universo y su
Creador.
El samadhi llega cuando el alma, perdiendo por completo su identidad corporal, se
funde con la realidad superior de la cual el cuerpo y toda la creación no son sino una
manifestación. Una vez que se ha roto el control del ego no hay nada que impida
expandir la conciencia hasta el infinito. El devoto en profundo samadhi comprende la
verdad de las palabras de Cristo, “Yo y mi Padre somos uno”. La pequeña onda de luz,
perdida la ilusión de una existencia separada del océano de luz, se convierte en el vasto
océano.
Existen dos estados de samadhi: sabikalpa samadhi y nirbikalpa samadhi. El
primero está ligado a la quietud total de la meditación y la detención de la respiración.
En el segundo se permanece en el estado de unidad universal incluso durante la
actividad exterior.
En los estados más elevados de samadhi, el devoto es capaz no sólo de retener su
sentido de identidad con el Océano Infinito, sino también de ser consciente de la
pequeña ola de su ego y actuar a través de ella. Puede hablar, trabajar, sonreír y vivir en
todos los aspectos como un ser humano normal, sin perder su comprensión interior de la
Divinidad.
No se debe creer que estos estados son ilusorios. Son Realidad; nuestra limitación
actual es la ilusión. Muchos grandes yoguis han demostrado su omnipresencia de
diferentes formas. Los estudiantes interesados harían bien en leer la Autobiografía de un
Yogui, donde se describen muchas grandes almas y su experiencia de Dios.
Estas etapas sutiles de revelación espiritual pueden alcanzarse, en un nivel inferior,
en una existencia humana normal. Pues así como una alta montaña tiene en común con
un pequeño montículo el hecho de que ambos suben en pendiente hasta una cima, así las
verdades más elevadas se relacionan con los caminos prácticos de la vida diaria. Ésta es,
de hecho, la razón inmediata por la que toda persona inteligente se beneficia del estudio
de la Filosofía.
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