miércoles, 14 de enero de 2009

LOS YUGAS




Los grandes yoguis de la India declararon hace mucho tiempo que la iluminación
humana depende sólo parcialmente de la composición del cerebro y la clase de
información que recibe. Dicen que lo más importante es la energía que circula por el
complejo circuito de los nervios cerebrales. Si esta corriente de energía es débil, por
mucha información que llegue al cerebro no se conseguirán ideas brillantes y
originales. Esta corriente de energía puede fortalecerse gracias al esfuerzo personal,
tanto eliminando de los nervios aquello que obstaculiza el paso de la energía, como
aumentando el flujo de energía. Estos dos objetivos pueden conseguirse practicando
yoga con continuidad y aplicación. Quizá por esta razón, más que por ninguna otra, el
yoga se considera una ciencia, no un simple arte.
Pero los sabios han enseñado que la potencia de esta corriente de energía depende
también de ciertos factores externos. Nuestro ambiente, nuestras compañías, tienen
una influencia fácilmente reconocible; por esta razón los grandes santos han
subrayado siempre la importancia de satsanga (buena compañía) y de vivir en
ambientes espirituales. Pero los antiguos también dijeron que nuestro planeta recibe
grandes cantidades de energía del universo circundante y que una sutil sintonía con
esta energía puede producir una rápida iluminación interior.
Declararon que los rayos de energía son más fuertes en el centro de nuestra
galaxia. Nuestro sol, afirmaron, no sólo se mueve en una órbita fija alrededor de la
galaxia, sino que gira también alrededor de su dual, acercándose y alejándose del
centro de la galaxia. Cuando se acerca, la humanidad camina hacia la iluminación.
Cuando se aleja, sólo las personas que desarrollan conscientemente su energía interior
y que con su sensibilidad hacen uso de toda la energía que les llega del exterior, son
capaces de superar el hundimiento general en la oscuridad.
Swami Sri Yukteswar, el
gurú de Paramhansa Yogananda
y un astrólogo profundo así como
uno de los mayores maestros de
yoga de la India moderna,
explicó que nuestro sol completa
una vuelta alrededor de su dual
cada 24000 años. Este ciclo se
divide en cuatro edades ascen-
dentes y cuatro descendentes
llamadas Yugas. Desde el punto
de mayor oscuridad al de máxima
iluminación, sus nombre s son:
Kali Yuga, Dwapara Yuga,
Treta Yuga y Satya Yuga.

Sri Yukteswar dijo que alcanzamos el punto más alejado del centro de nuestra
galaxia en el año 499 d.C. Ahora estamos otra vez en un ciclo ascendente y hemos
entrado en la segunda de las cuatro edades: Dwapara Yuga, la edad de los
descubrimientos atómicos, cuya duración es de 2400 años. Dwapara Yuga comenzó
en 1699 d.C. (Así pues, astrológicamente hablando, el año 2000 debería llamarse el
año 300 Dwapara).
La ciencia del yoga nació en una era en que la humanidad, por la proximidad del
sol al centro de la galaxia, estaba en su conjunto más iluminada y podía comprender
fácilmente verdades que nuestros pensadores más avanzados están todavía tanteando.
(Esto se refiere a las personas corrientes, mundanas, cuyos únicos medios para
alcanzar el entendimiento son las toscas herramientas de la lógica y no a los grandes
santos y yoguis, que están interiormente iluminados en cualquier época). Gracias a
que los tanteos de estas verdades han comenzado de nuevo, los grandes yoguis han
reintroducido esta antigua ciencia para la humanidad en general y la gente es cada vez
más receptiva a ella.
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