miércoles, 9 de diciembre de 2009

MENTE VIEJA, MENTE NUEVA



En nuestra cultura materialista, el mundo externo es de primordial importancia. Aunque podemos de algún modo controlar nuestras circunstancias externas, nos damos cuenta de que este control es limitado; que existen aspectos de la vida que no podemos cambiar – el pago de los impuestos, la conducta de nuestros hijos, la vejez, etc. Ya que no podemos evitar que nos ocurran cosas que no desearíamos, el razonamiento concluye que somos víctimas de la vida o tontas criaturas que luchan con poder limitado una batalla perdida contra la naturaleza.

Nos han enseñado que estamos capturados por las circunstancias y que la realidad externa tiene la última palabra sobre quiénes somos, cómo nos sentimos, qué pensamos y qué es posible.

Como la mayoría de nuestras creencias fundamentales, esta versión de la realidad parece cierta.

Pero ¿es acaso TODA la verdad?

Podemos ver la realidad desde diferentes ángulos, de modo que podemos elegir cómo responder a los eventos. Tendemos a olvidar que la mente es flexible, permitiendo que la experiencia nos controle: si nos pinchamos la piel sangraremos, si gastamos todo nuestro dinero estaremos quebrados… pero cuando nos suceden cosas desagradables, ¿tenemos que sentirnos completamente deprimidos?

Cuando nos sucede algo, respondemos de una forma habitual y específica. El Ego tiende a considerarnos como algo determinado, y sin embargo tenemos la capacidad de decidir cómo queremos vivir, y de utilizar las circunstancias cambiantes para beneficiarnos a nosotros y al mundo; si nos tomamos el tiempo de conocer a nuestra mente y cómo determina nuestra calidad de vida.

Es la mente, el Ego, más que cualquier otra circunstancia externa quién crea nuestro sufrimiento. Muchas veces utilizamos las circunstancias para suspender nuestro trabajo interior cuando podríamos utilizarlas como una oportunidad para, concientemente, descubrir la sanación en momentos difíciles. Aprendiendo a retirarnos del temor de nuestro Ego hacia la perspectiva del Alma y separando el dolor de nuestra reacción frente a él, podremos reducir nuestro sufrimiento un poco más.

No son los hechos los que crean el sufrimiento, sino el modo en que la mente lidia con ellos el que lo provoca. Por ejemplo, he notado una epidemia de “si tan sólo...” Es un auto-sabotage, reteniéndonos en una trampa de nostalgias, aferrándonos a lo que podría haber sido, incapaces de permanecer en el momento presente.

Si nos aquietamos y atendemos nuestro interior, descubriremos cuán vitalizante puede ser utilizar nuestra mente en formas que nos liberan de las trampas del pasado.

Uno de los métodos más simples que conozco para trabajar con la mente es la meditación de la atención.
Esta técnica deriva de la tradición budista, sin embargo no es necesario ser budista para beneficiarnos con sus resultados ni requiere cierta fe, devoción religiosa ni conocimientos metafísicos de ningún tipo.

La meditación de la atención simplemente nos invita a reconocer nuestra mente, utilizando la respiración como el objeto de atención. Esta práctica nos ayuda a mover de lugar el Ego, y a comenzar a vivir desde la perspectiva del Alma.
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